lunes, 26 de noviembre de 2012

Libro "Z" – Capítulo 12


EL CUERPO MUDO
Los días pasan, los años, la vida se va yendo, se va retrayéndose sobre sí misma.
Cuando he escuchado que la vida se va, que la vida nos deja, nos abandona, nos lleva, nos saca; he sentido la sensación de que ella es algo que no es nuestro o si es nuestro, o si compartimos el tiempo, un determinado tiempo, es por que ella nos necesita.
“Somos transmisores de vida” decía D.H. Laurenci. Ella pasa por nosotros, por nuestro cuerpo, nuestra sangre, nuestras venas, nuestra alma. Mientras estamos vivos somos ella, una parte, un tentáculo, un miembro, una ramificación; y cuando no estamos no somos ella; hemos dejado de ser, de existir.
Pero mientras estamos vivos, mientras somos vida; somos, tal vez, aquel ser que ve, que la ve con más claridad que los otros, que sus otras partes. Y la seguimos, seguimos sus rastros, sus huellas; tratando de saber más de ella, de describirla, de entenderla, de saber cómo es, qué es, qué sentido tiene, hacia donde va, hacia adonde quiere ir, quiere crecer.
Es entonces el yo, la conciencia, nuestro refugio. Somos aquel ser que en lugar de hacer crecer alas a su cuerpo, o garras, etc.; está creando un tentáculo que comparte con la vida. Ese nuevo tentáculo es el lenguaje.
Con él nombramos, ordenamos, creamos una forma en la cual cada cosa, cada idea, cada ser, es atrapado, en enjaulado, en un nombre: piedra, águila, mariposa, alma, etc... Con las palabras hemos acortado distancias, cada cosa aunque no esté presente, no esté aquí, en este momento; pero basta que la nombre, que diga su nombre, para que ella este aquí presente, en mi memoria, en un diálogo, en un pensamiento, en una página. Por ejemplo mariposa.
No solo las hemos atrapado sino que hemos formado rebaños, manadas de cosas, de seres, como por ejemplo cuando nombramos mamíferos, aves, vehículos, amor, miedos.
Es como si ahora el mundo estuviera ahí, sea algo ahí, al alcance de nuestras manos, de nuestras palabras. Pero no en si es el mundo real, sino el interpretado, una interpretación; más aún deberíamos decir una representación de él.
Lo que hablamos con los demás es sobre nuestros mundos interpretados. La precisión, la precisión artística que hagamos de ellos, será el resultado de la calidad de vida que podamos alcanzar, lograr, vivir.
La vida cuando no está más en nosotros, está dentro de nosotros, se retrae. Es como si el nacimiento fuera un big-bang, que llega a elevarse de sí, sobre sí, como un istmo, como una ola; para luego volver a ser mar. Un intento, un brumo de sangre y barro que el espíritu, evaporación pura, lo eleva, para luego volver sobre sí mismo y retraerse, al punto, al inicio, a eso de lo cual brotamos. Casi como si ello, fuera un suspiro.
Nuestro yo, nuestra conciencia, es algo limitado. Mejor, deberíamos decir que es un sentido, un tentáculo, un miembro como los demás, como es la vista, el oído, el olfato. Ahora es el pensamiento y con él hemos logrado crear, imaginar, construir, un mundo virtual, un mundo que siendo universo, es más vida, es más imaginado. El mundo es una representación a través de imágenes envasadas, encapsuladas, en palabras.
Una metáfora es solo una sinapsis de las imagines. Enlaces de imágenes; relacionándolas, entrelazándolas, para luego, así atravesarlas, envasarlas, dentro de una palabra. Es casi como cuando envasamos agua o vino, o simplemente un libro.
Este sentido del alma, que todavía no lo hemos estudiado detenidamente, profesionalmente, debido a que no lo hemos considerado un sentido, sino aquello que ha llagado del mas allá. También vemos como Esiodo, quién nos decía que la vida a brotado del barro; pero apareció Tales con que todo provenía del agua, luego Heracclito del fuego, hasta que Parménides nos lanzo a ese oscuro silencio que es el ser, dijo todo proviene del ser, nos envió tan lejos, que todavía estamos tratando de volver.
Ahora Holan dice, nos habla, sobre esa huella, ese rastro que va adelante de nosotros. Ello no es otro que la poesía. Aquello que nos dice, que nos quiere decir, todo lo que hemos llegado a ser, y sin embargo, solo podemos ver, mirar, ya sea con los ojos del cuerpo físico, del alma o del espíritu, insuficientes como para poder ver la grandeza de lo que es vida, de lo que es vida en nosotros. De aquel cuerpo mudo que no puede hablar, que solo tiene un pájaro que gorgorea sonidos, parlotea, dentro del templo que es él.
Templo construido por millones de seres, de células, de genes, que han luchado, que están luchando, desde hace millones de años, por estar aquí, por estar presente aquí. Sostenedores de vida son; montaña de huesos destilados, desde donde brota la palabra poética.
Palabras que seguirán siendo nombradas como por primera vez, como si ellas misma se sumergiesen como las sirenas de Mallarme, delante de la proa, adelante del paso que estamos dando, de aquello ni pensado ni sentido. Nuestro mundo visible, aquel que aun tratamos de ver es insuficiente, es incapaz de nombrar a esa fuerza, a esa fuerza resultante que nos hace avanzar, a eso que nosotros hemos llamado espíritu. Pira que se quema; leña, fuego.
Pero esa fuerza resultante es tan mecánica como si fuera un rueda, no tiene nada de celestial, aún lo celeste lo hemos inventado. Esa fuerza es la resultante de todas las partes que nos componen, y de la cual nuestro yo, nuestra conciencia se queda asombrada, cuando brota adelante nuestro, porque en si ella es más potente que nuestro ser. Es una fuerza oscura que se dice así misma a través de la palabra poética; que el poeta, nombra, dice, escribe, y muchas veces calla.
El poeta solo como sacerdote de ese templo que es nuestro cuerpo; nuestro cuerpo aún mudo. El leguaje solo como un intento, como cuando un ciego toca con la punta de su bastón a las cosas y luego a través de ello, de lo que siente, se guía, vive; y más aún: habla.
Karigüe

PRÓXIMO CAPÍTULO: lunes 3 de Diciembre

Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe

lunes, 19 de noviembre de 2012

Libro "Z" – Capítulo 11


SER AQUÍ
Los mundos, las culturas, parecieran diferentes en los detalles, en los modos de tratar, de tratarse entre las personas; ya sean estos de tipo comercial, social, cultural. La integración disminuye las diferencias, los detalles de las diferencias.
Si bien en forma individual los talentos brotan en distintas partes, en distintas culturas, no así el medio. El medio requiere cambios lentos, son como paquidermos; mueven, se mueven lentamente en relación a los cambios.
Los hombres pueden moverse en ascensores, en aviones, en autos, aún en bicicletas; pero las culturas se mueven paso a paso, lentamente, en relación a los cambios internos, a los cambios personales.
El mundo, la humanidad se está comportando como un organismo; como por ejemplo el cuerpo del hombre. Los pueblos del primer mundo, son como la cabeza, las demás partes son los órganos que permiten, que componen a este gran organismo. Las ideas pueden cambiar rápidamente, no así los músculos que requieren de tiempo, de esfuerzo, para poder lograr cambios, en cualquiera de las direcciones o sentidos.
Y aún el cerebro, en donde re realizan los cambios genéticos más importantes, más decisivos, más ejecutivos. Los cambios en sí son diferentes de un hombre a otro, de una sociedad a otra, las benditas conexiones entre neuronas: las sinapsis, se llevan a cabo en dos dimensiones. Por lo menos las dos direcciones que podemos observar sin entrar en detalle.
Estas son las personales, las conexiones que llevamos por el aprendizaje, por la deducción, por la reflexión, por la meditación, etc., ellas son conexiones temporales que con el uso se vuelven casi permanentes, aunque en sí son pocas en este campo “Ram”, en este campo de lo consciente, de lo presente.
No así en los cambios generacionales, pareciera que ellos o mejor estas conexiones son de otro nivel, de otro material, por no decir de otra naturaleza. Son de tipo más sólido, más real, más antiguas, más materiales podríamos decir, como si ellas fueran tan reales como un músculo, o un miembro de nuestro cuerpo, o una arteria.
Por estas últimas conexiones pasa nuestro pasado. Ese aprendizaje potente que a través del uso, a través del tiempo, de las mutaciones constantes a las que estamos sometidos, las fortifican, las solidifican, como las necesarias.
Como las probadas, las comprobadas, como esos pasos que dan los búfalos, los paquidermos, por lo que son difíciles de voltear, de derribar, inclusiva de mover de lugar; principalmente por su peso, por su peso adquirido.
Una rama de los monos se desvió, por algunas razones que tal vez nunca lleguemos a saber, a ver, ni siquiera a imaginar. Un desvío, una manera, una forma de mirar el horizonte, y ver allí parte de la inmensidad, parte de esa boca abierta que es lo infinito, que es el cielo. Que la luz cubre y la oscuridad abre, muestra.
La oscuridad es madre, es en sí la Mama Pacha, aquella que nos sustenta, que nos alimenta. Pero aquella que a la vez nos expulsa, como lo hace toda madre, ella es consciente de su finitud; de que siempre debe haber un paso delante de ese vacío que somos, de ese precipicio del cual estamos formados.
Atrás la oscuridad, de ella nos alimentamos; adelante solo el sueño, solo la imaginación como bastón de ciego; pero un bastón que se usa, se emplea, para tocar lo andado, y verificarlo.
Adelante solo la imaginación, solo el sueño, el sueño despierto y sueño cuando estamos dormidos. Ese sueño que es cielo cuando cerramos, cuando se cierran los ojos de luz, cuando el astro padre se va; cuando la poca luz, como la que nos brinda la Luna, solo es el medio que nos apacigua, que nos hace soñar sueños intermedios, sueños escalonados.
La madre, la Mama Pacha, el cielo, el firmamento, el universo, los universos, el Dios.
Sin embargo este animal solitario, se sigue nutriendo de la madre y, ve y solo ve un rastro delante de sí, delante de él. Como decía Holan un rastro, nuestro rastro, algo que no sabemos qué es, quién es. Algunos dicen inquietud, espíritu, algo que es un rastro que se adelante, como sí fuera una pisada en el desierto o en la nieve.
Pareciera que ello no es nada fantástico, ni místico; es y son aquellas conexiones, aquella sinapsis que están, que fueron instaladas hace mucho, mucho antes del animal ser animal y el ARN ser ADN. Una experiencia cimentada que no podemos ver ni entender, ni menos darnos cuenta de ella.
Una experiencia viva. La palabra como metáfora muerta, la metáfora como cápsula de lo aprendido, de lo vivido, sin poder entender, solo información, conocimiento vivo, pero de otra forma. Un conocimiento no consciente ni inconsciente; un conocimiento como el que se almacena en un músculo, en una arteria, en una uña, en un gen, en una célula.
Una sinapsis antigua, vieja, ya solidificada, ya hecha carne; porque en sí la carne no es mas que energía con memoria, energía condensada, solidificada con forma, pero solidificada no sólo por fenómenos temporales sino por puro machacar, por práctica de verificaciones consecutivas, por repeticiones temporales que tienden a ser repeticiones eternas, como si la repetición de un acto y de un fenómeno fuera una forma de hacer perennemente presente algo que es etéreo, algo que es espíritu para convertirse en materia.
Dentro de las sinapsis debemos considerar la evolución desde la energía a la materia también, así podremos ver toda una evolución, toda una forma de ser, toda una naturaleza de nuestro espíritu, de nuestra cultura, de nuestra forma de ser, de comprender, de actuar, de forma consciente, de forma inconsciente; pero además, aquí esta lo interesante, de forma natural, pero ya no de la forma en si de la naturaleza, tal como la conocemos, sino de una naturaleza especial, la naturaleza de nuestro espíritu.
De ella todavía ni siquiera sabemos de su existencia, ni siquiera la presentimos, no nos damos cuenta de ella, salvo algún poema como el de Holan, nos indican que algo que no es ni dios, ni fantasmas, es algo más nuestro que nuestro propio cuerpo, que nuestra propia sangre, que está con nosotros desde hace mucho tiempo atrás, más aun somos más ello que lo que podemos ver en un espejo y lo que podemos imaginar y pensar que somos.
Una huella que marcha delante de nosotros, ese paso al abismo que está, que existe adelante de nosotros; y, que sin embargo nos atrevemos a avanzar, a dar ese paso, simplemente porque creemos en algo nuestro, en nuestro espíritu, aquello fermentado por nuestra propia experiencia, por nuestra propia vida, destilada, eso sí por la repetición en y a lo largo del tiempo.
Tiempo entonces como morada desde donde nos erigimos, desde donde somos, cuerpo como cortezas de árbol, rodeando de pura repetición brotada del acto de estar, del acto de estar aquí presente a lo que solemos decir estar vivo, estar aquí, el famoso ser ahí, debemos decirlo ser aquí.
Karigüe

PRÓXIMO CAPÍTULO: lunes 26 de Noviembre

Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe

lunes, 12 de noviembre de 2012

Libro "Z" – Capítulo 10


Z
Es verdad que el mundo exterior tiene sus leyes, sus relaciones de fuerzas, sus adaptaciones, etc.; el mundo interior también. Pero lo interesante que no son muy diferentes, ni las relaciones, ni las intensidades; más aún hay una complementación.
Es decir que el mundo exterior e interior tal como los estamos concibiendo, se complementan y son partes de otras relaciones, de fuerzas; más potentes, más grandes, más intensas, más superiores.
Vemos, estudiamos en forma directa y cada vez con mayor precisión a los fenómenos que nos rodean. La física, la química, la biología, etc., nos están dando datos, información, muestras, de que este nuestro mundo, de que en este nuestro mundo, hay una armonía tan clara de ver, que cada vez, en forma directa y a través del arte estamos disfrutándola, estamos sintiendo un placer, un gusto de estar entre ellas, de que ellas intervengan de forma directa e indirecta en nuestra vida, en nuestra existencia diaria.
Pero este nuestro mundo interior, nuestra alma, nuestro espíritu, nuestro ser están en constante y profunda formación, transformación, tienen sus leyes, sus relaciones, semejantes a las leyes físicas, químicas biológicas etc.
Lo que sucede, lo que nos sucede, es que este mundo interior es nuestro, no lo compartimos con los otros, es de una manera u otra nuestra responsabilidad, casi total. Casi total porque aparentemente creemos que es nuestro, de nadie más, somos el jardinero del mismo, su constructor, su amo por así decir.
He aquí que una parte de nuestro ser, puede ser el yo, la conciencia, se siente amo y señor de este mundo interior. Su amo y señor de todo cuanto brota, de todo cuanto encontramos. Si es un tesoro, es nuestro; si es una idea, un sentimiento, un pensamiento, es nuestro; si queremos o decidimos no decirlo a nadie, a nadie se lo decimos.
Se ha llegado a decir, por ejemplo que “Toda virtud que se ostenta, es falsa”. Pareciera que la globalización, aquello que nos está haciendo ser parte de una constelación llamada humanidad, mundo, es a la vez causa, acción, que produce una reacción; una introducción del ser sobre sí mismo, dentro de sí mismo, con una fuerza e intensidad semejante, equivalente.
Es decir que nosotros, nuestro yo, nuestra conciencia; como personas, como conciencia, como mundo, vemos crecer, erigirse un mundo cada vez más nuestro, cada más intenso, más potente, más poblado, más vivo, más real.
Esta piel que vibra, esta piel del alma, desde donde podemos contemplar a los dos mundos; vivirlos, sentirlos, amarlos, gozarlos, se erige como un istmo, como algo que se eleva de sí. Cómo si dos olas se encontrasen, como si estas dos olas nos elevaran, a un lugar cada vez más alto.
Como si se estuviera formando un eje Z. Algo creado, formando, compuestos, de y por estos dos mundos, para formar un tercero. Un eje, un mundo, desde donde contemplarnos, desde observamos, desde donde vemos, no ya como aquello que ve nuestro sueño cuando soñamos, sino como aquello, como aquel, que ve su vuelo despierto, presente, en el ahora, ya sea el ahora un sueño, o simplemente un ver y observar, lo que estamos siendo, dentro de un universo cada vez más nuestro. Cada vez más dueños de él, aunque suene a ridículo, aunque sea solo un milímetro lo que tomamos del universo, pero es así, el hombre, el mono que piensa, así como se está adueñándose de la tierra, ahora se está adueñándose del universo también.
El corazón y el espíritu, son relativamente nuevos, para la vida, para el mundo. Mejor aún ellos son los formadores del mundo, de ese mundo real formado, creado como morada, como casa, como choza, del hombre; de ese mono que está pensando, de esa especie viva, que trata de lograr el dominio, que se implanta como un condado, como una comarca y en donde, a la vez, se erige rey.
Su reino es la humanidad, en donde hay capas, niveles de intereses. Primero está la especie, luego las razas de esa especie, y así sucesivamente hasta llegar al hombre individual, al talento.
Y desde allí, desde esa tormenta encapsulada llamada idea, se forma, se imagina, se crea, otro mundo. El mundo del espíritu, en donde el combustible, la leña, es el propio corazón: los sentimientos almacenados, guardados en el alma desde hace mucho tiempo, muchos años, siglos milenios y porque no millones de años.
Es así, hoy vemos como el espíritu se eleva en raudo vuelo, se despega del nido, que es el corazón del hombre. Un ave cuyo vuelo se pierde en lo infinito, en lo eterno.
Es él, el que ha creado la palabra, la lengua, es el mismo que se ha sumergido en ella, y esta fecundándola. Está nombrando con ella a las cosas, a los objetos, infundiéndoles nueva vida, una vida nueva, una vida espiritual.
Somos hijos de la naturaleza, del universo, pero somos padres, creadores, de un mundo nuevo, un mundo espiritual, un mundo acorde a nuestra experiencia, a lo vivido. A los recuerdos, desde donde hemos destilado lo vivido, en ello construimos ese mundo en el cual tanto el hombre occidental como oriental, hoy se unen.
Un mundo de plenitud temporal, temporal del ahora, del escalón logrado, alcanzado. Esa ola erigida, alcanzada, como su suelo, como un artificio imaginado que el tiempo ha solidificado.
Un nuevo mundo del que brota, no ya sólo espíritu, ni alma, ni menos corazón. Es algo que se sustenta así mismo, a través del lenguaje, de las ideas, de los sueños, de los deseos, de las pasiones, de los pensamientos; cómo si todos ellos fueren elementos, elementos como lo son los que componen a la tierra, al universo.
Elementos nuevos, de una nueva naturaleza, para la cual todavía no tememos ni sentidos, ni ojos para poder ver. Solo presentimos, ni siquiera sentimos que este mundo nuevo late dentro de nosotros, se sumerge dándonos presentimientos y se emerge como una mano que crea, que forma, lo nuevo, un mundo. En donde lo presentido levanta su vuelo siendo poesía, siendo amor, siendo miedo, un nuevo miedo, en donde la muerte es solo un volver al silencio, es un llamado al silencio, un volver hacía sí mismo, un arrobarse en si, un replegarse dentro de ese silencio en donde el universo, la vida, el mundo, el hombre, son sólo la luz de un luciérnaga.
Una luz que además de iluminar, ve. Y no solamente ve, se describe, escribe su paso, su recorrido, su elevación de sí mismo. Una punta de lanza que penetra en el tiempo, en el vacío, fortaleciéndose, formándose, y cuya estela que deja a su paso es el mundo, el mundo del espíritu, un mundo espiritual, cuya luz es conocimiento y cuyo calor es el amor.
Karigüe

PRÓXIMO CAPÍTULO: lunes 19 de Noviembre

Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe

viernes, 9 de noviembre de 2012

Poema - Oasis

sales, porque en realidad
sales con ese poder que tienes
para imaginar

pero imaginar no es
inventar, es más aún recordar

sales y recorres el bosque, el río
las montañas, de tu pueblo,
ves a un niño jugar con las
cosas, les habla y ellas
hablan con el

todo un paraíso bajo ese cielo
azul, bajo y dentro de ese
recinto que vive en ti

¿otra vida’ no, no, es la vida
que se ha sumergido y lo que
vives y sientes hoy

es solo un oasis.
Karigüe

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Poema - Mesa

Solo imagina con lo que sabes al cuerpo
el no duerme, la actividad
de los elementos que lo conforman
es permanente

como el cielo que ves cada
noche, cómo laten las
estrellas, cómo se desplaza
la tierra cuando gira

Y pensar que tu mente está
tan llena de cosas, de
hechos, pensamientos, sentimientos

es la mesa, con esas tres patas
sobre la que escribes tratando
de unir, de tejer, sobre
el oscuro silencio que
todavía eres.
Karigüe

lunes, 5 de noviembre de 2012

Libro "Z" – Capítulo 9


TEMPLO
En lo diario, en la actividad, las cosas suceden como son. Cómo si el mundo exterior fuera un ser vivo, tan vivo, y tan complejo, como somos los seres humanos.
Pero de una u otra manera tendríamos que limitarnos, y decir que el mundo exterior para un ser humano, es equivalente (y aquí si que no podemos dar medida ni referencia) al mundo interior del ser humano que estamos hablando. Esto como una ley general, global.
Y aquí nuevamente nos tendríamos que limitar; porque el mundo interior (cercano) del ser humano en consideración, es equivalente al mundo exterior (cercano), a su mundo exterior, pero limitado a sus relaciones, a sus sucesos circundantes; personas, hechos y cosas que lo afectan de forma directa.
De ese mundo exterior circundante, lo equivalente es un mundo interior inmediato, superficial, que está en la superficie del alma, y que al estar en relación directa, diaria y efectiva, se convierte en eso común, en eso que es la conciencia, el yo, y su medio ambiente.
Es decir que podríamos hablar de lo real, de lo que le está sucediendo ahora al ser de nuestra referencia.
Podríamos imaginarnos a dos elementos; cada uno de ellos con sus capas, con sus diferentes niveles, como si fueran cortezas de un árbol, que se unen con céntricamente. Una capa de uno y otra capa del otro.
Lo que siente, lo que le pasa a nuestro ser de referencia es un torbellino, es un huracán de cosas, de hechos que suceden, cada uno con su centro. Cada uno, ya sea ser o cosa, con su forma de ser, con su forma de estar presente, aquí, ahora.
Como si nuestro presente fuera un punto de intersección de fuerzas, de fenómenos compuestos de fuerza, que en este instante interceden. Un punto el ahora. Un punto que es tiempo, espacio y universo.
Un universo vivo, expuesto, posible de estar aquí dentro de estas dos coordenadas, espacio y tiempo.
El sistema binario de nuestra tecnología informática, es de estar activo, es decir con tensión, y no estarlo. Es decir son ceros y unos. Esto es la base de nuestra tecnología actual.
Imaginemos que nuestro universo, representado por cualquier elemento que lo compone, sean cosas o seres, está en un punto, formando por las coordenadas cartesianas del espacio, es decir x, y, z. Y que ese punto está quieto, inmóvil, dentro de lo que consideramos universo. Seria el punto cero, sin actividad, sin energía, como el cero de nuestro sistema informático.
Ahora imaginemos que ese punto se mueve a otras coordenadas, x1, y1, z1, y luego se detiene nuevamente. Es decir que nuestro punto se ha desplazado una cierta distancia, que ha pasado un cierto tiempo, un delta de tiempo, para volver a la quietud.
El tiempo aparece aquí como duración del desplazamiento, tiempo de encendido de una cierta luz, como puede ser el de la luciérnaga en una noche oscura.
Nosotros somos receptores del encendido de la luciérnaga, es decir del tiempo en el cual está encendida la luz, como podría ser del tiempo que se desplaza nuestro punto del 0 al 1.
Así como en nuestro sistema informático es quietud (0), y energía (1); en nuestra vida real, en lo que nos pasa como seres vivientes, estar quieto (0), estar en movimiento (1).
Aquí está lo interesante, nosotros, nuestro ser receptivo es binario quietud y movimiento, el espacio no existe. ¿Cómo? Sí, el espacio es la consecuencia del movimiento del ser en el vacío, que es lo mismo decir dentro de sí.
Los sentidos imaginan, crean, inventan, las formas, como si alguien estuviera soñando, para después desvanecerse en el sueño mismo. Cuando Calderón de la Barca nos dice la vida es un sueño, nosotros imaginamos un antes y un después; antes de venir a este mundo y después, y la verdad que es solo un tiempo, un tiempo asignado, dado, donado, para estar aquí, como un suspiro, como un sueño.
Nacemos, crecemos, aprendemos, amamos, odiamos, sufrimos, gozamos, anhelamos, soñamos, etc., y sin embargo solo queda de nosotros los hijos, nuestros pensamientos, nuestra obra.
La vida también nace, y muere; el mundo lo mismo; el universo otro tanto; el universo de los universos también.
¿Qué queda entonces? Queda la oscuridad, el silencio, la quietud, todo lo demás es ruido, latido, dentro de otro latido, movimiento pendular. Para adentro para afuera, como si fuera un corazón que late y cuyo aliento se pierde en los orígenes de los tiempos, del tiempo.
Quartz, elementos que forman a los quartz; se juntan, se separan, se agrupan en forma familiar, para luego volver. Así podríamos seguir, y ni nuestra imaginación podría continuar, porque así como no podemos ver los confines de nuestro universo, aún con la tecnología, tampoco podemos ver nuestro origen, nuestro inicio, el inicio en el tiempo de los universos, del universo. Somos todavía muy débiles, muy niños, para poder ver y comprender lo inmenso, lo eterno, lo sin tiempo.
Sin embargo no podemos dejar de valorar nuestro atrevimiento de hablar, de escribir, sobre estas cosas inconcebibles, inimaginables. Ello se debe a que existe dentro de nosotros una inquietud atrevida, floreciente a lo largo de la existencia individual, como colectiva, que está constantemente husmeando. Cómo cuando un pájaro vuela en lo alto o como un buzo se sumerge dentro del mar, de ese mar cercano, de ese mar que es memoria de la vida sobre al tierra; nada mas que eso.
Un alma dentro de otra alma. El mar y nuestra alma. Elementos que almacenan nuestro pasado, nuestro pasado cercano.
El alma y el mundo, cómo centro el espíritu El universo y el mundo, cómo centro el hombre.
El universo y el dios, ¿cómo centro el mundo?
Toda una pirámide que se pierde en las alturas de los cielos y cuyas raíces beben de un pasado que nos une, que une al cielo y la tierra, al universo y al silencio, a dios y a los hombres. Cómo si todos estuviéramos dentro de un templo invisible, inmenso; formado de silencio, de oscuridad, que nos sustentan. Mientras nosotros decimos: “pienso luego existo”.
Karigüe

PRÓXIMO CAPÍTULO: lunes 12 de Noviembre

Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe