lunes, 16 de septiembre de 2013

Libro "Z" – Capítulo 35


POEMA
Guerras, luchas, combates; no tenemos mas que ver, vernos, ver a nuestro alrededor, a la naturaleza, a la vida, al universo.
La atracción y la repulsión de los astros; la expansión y/o contracción de nuestro universo, sobre lo otro, sobre los otros que los sustentan, son grados de lucha; de lucha por ser más, aún que eso nos cueste la desaparición, o la perdida. Somos así. Ello es una ley.
Pero en nosotros hay algo; algo que ve, observa, contempla; contempla como desde afuera, como si aquel espectáculo no fuera nuestro, fuera de otros seres, de otras formas de ser, de querer vivir, de querer existir.
Hölderlin nos dice: “… el hombre durante su existencia, pierde su tiempo, en luchas inútiles…” Tal es solo porque nuestro cuerpo mudo necesita de adrenalina; necesita luchar para sentirse vivo, para estar vivo. Pero dentro de lo que llamamos humanidad, para ver de una manera más precisa, lo que nos hace mantenernos preparados, atentos, es el miedo a ser devorado por el otro.
No ha cambiando mucho, no hace mucho éramos caníbales, necesitábamos la carne del otro para sobrevivir. Hoy ¿no será que necesitamos el alma del otro, el espíritu del otro, para sobrevivir?
Hay un estado de equilibrio, que a la vez es desequilibrio para lo que forma parte. Se ha descubierto que existen estrellas mellizas, es decir que una gira alrededor de la otra y así logran, logran romper la idea que tenemos de que a medida que se acercan dos astros, dos estrellas, ellas llegan a destruirse, se produce la destrucción de las dos o simplemente se convierte en otras formas, se dividen para decir así.
Logran el equilibrio a través del movimiento, de la rotación de una alrededor de la otra. Eso mismo pasa con los planetas del sistema solar; pero para lograr este movimiento debe de existir, por lo menos, dos fuerzas que lo provoque.
Pero existe la otra posibilidad de que la repulsión y la atracción se compensen y a si logren un estado de equilibrio, pero moviéndose.
Es decir, para concentrarnos en el sistema solar, la fuerza de atracción del sol sobre la tierra, es compensado por la fuerza tangencial (a la órbita) de ella. Esta fuerza proviene de algo más antiguo, de la generación en sí producido por el big –bang. Que no sería otra cosa que una generación de energía de un pedazo de materia.
Es decir que el equilibrio que vemos ahora, es logrado por la presencia, la existencia, de un sol (energía acumulada), energía concentrada, y el movimiento producido por la explosión primera.
La materia, o lo que es lo mismo la concentración de energía, la energía acumulada; retarda, frena, el movimiento primero, casi se podría decir que la materia o la energía concentrada son envases. Como es la palabra.
No sabemos, ni tenemos idea, como era lo que exploto para que se forme el universo; tampoco como se formó el pensamiento, más aun la vida, más precisamente el hombre.
Ya es hora que debamos imaginar, crear por lo menos, la palabra de aquello que no solo contiene a nuestro universo, sino a aquello o de aquellos desde donde broto nuestro universo.
El universo de los universos, podría decir por ahora.
Nuestra mente se podrá hacer una imagen sobre éste tema. Imaginemos, que de este universo de los universos, está brotando constantemente universos, vidas, mundo, hombres.
No debe ser muy diferente a como desde nuestra mente brotan las ideas. Una idea nueva, un poema nuevo, un nuevo emprendimiento, etc. Pompas de jabón, que se elevan y vuelve, se desinflan o explotan, que es lo mismo.
Pero todo esto es manifestación de algo. Algo es lo que produce el surgimiento de lo nuevo, y algo que está más del lado de nosotros; es la matriz, es donde se produce lo nuevo.
El planeta encendido y el cometa; el óvulo y el espermatozoide; el tu y el yo; la observación fecundadora y lo otro, el universo de los universos como conjunto, como totalidad, como matriz.
Este yo intrépido, éste ojo azul mira, contempla, se alimenta con la observación.
No sabemos si hay otras vidas como la nuestra; pero nos llena, nos hace sentir algo diferentes, cuando no solo somos capaces de contemplar, de mirar, lo que esta afuera sino lo que esta adentro también.
Es decir que lo que siente el hombre no solo es los rayos del sol, sino también el calor, el fuego abrasador que surge de nuestro interior, como si ello fuera un crisol, en donde se funden, lo que va llegando de afuera, para luego formar las galerías, las paredes, de esa ciudad invisible que es el alma.
Pero más aún que universo, más aún que espíritu, que alma, el hombre es esa piel que separa, que divide; pero además no es hermética, tiene poros, tiene sentidos, válvulas que se abren para adentro y para afuera, es decir que por lo menos tiene dos sentidos y una sola dirección.
Somos lo acumulado, somos lo que sobra, la escoria, lo que queda del paso de la vida por nosotros. Sí por vida entendemos el latido de eso que hemos imaginado como universo de los universos.
Así seguiremos imaginando, construyendo imágenes, hipótesis, teorías, leyes, que nos permitan seguir avanzando, en esa sola dirección, avanzando y oscilando. Oscilando en las direcciones que tiene o pueden tener los radios de una esfera.
Esa sola dirección, ese solo eje, por donde nos desplazamos, ésta es lo que hemos llamado conocimiento. Una figura que va desde un punto ha lo abierto, desde lo abierto ha un punto. Cimiento, cemento por una parte, por otra la figura, el cono.
Como si desde un punto brotara la luz, una luz constante, permanente y del otro lado la representación, que se acerca y se aleja según lo que un observador quiere ver, quiere ver con más intensidad, quiere conocer.
Algo, alguien como aquel que ve nuestros sueños, mientras soñamos.
Algo es la idea, algo es el hombre, algo es el mundo, algo es el universo de los universos, algo que se destila como una gota de rocío en la hoja temblorosa, nuestra alma.
Un poema.
Karigüe

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Gracias. Karigüe

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